Las metas son la expresión de nuestros deseos, de las necesidades que debemos satisfacer o de responsabilidades que tenemos que cumplir. Están estrictamente asociadas a lo que necesitamos y queremos en la actualidad y, con muchísima frecuencia, están presentes, aunque no estén escritas o rigurosamente planificadas.
A pesar de que reflejan lo que queremos o necesitamos, resultan difíciles de lograr para la mayoría. A finales de 2017 y 2018 el portal Argentarium encuestó a sus lectores sobre el nivel de cumplimiento de los objetivos pautados a principio de año y, en ambas ocasiones, más del 75% respondió que no logró cumplir cabalmente con sus propósitos.
En 2017 el sondeo obtuvo 547 votos y solo el 20% de los encuestados respondió que alcanzó sus metas en un 100%; mientras que la proporción que esperaba lograrlo en 2018 representaba el 24% de los votos (al 12 de diciembre).
¿Por qué la inmensa mayoría falla en el cumplimiento de sus metas financieras? A veces las cosas no salen como esperamos por factores externos o porque no nos esforzamos lo suficiente en las tareas requeridas, cada caso será particular. Pero, en otras ocasiones, nuestras metas tienen defectos congénitos: al definirlas cometemos equivocaciones que pueden tener un fuerte impacto negativo. A esos errores, que son bastante habituales, nos referiremos en este artículo.
Metas que no puedas medir
Las metas deben ser medibles, es decir, que debes poder conocer en qué nivel o porcentaje te has encaminado a tu propósito en un momento específico del año. Digamos que te propones ahorrar más que el año pasado. Con este enunciado no es suficiente. Debes definir claramente cuánto más vas a ahorrar, cada qué tiempo vas a alimentar tus ahorros e incluso con cuáles montos específicos. Para poder medir el nivel de cumplimiento es obligatorio fijar plazos. En lugar de plantearte aumentar tus ahorros en un 50%, procura aumentarlos en un 50% en un plazo determinado, como seis meses o un año. Los plazos estimulan a asumir disciplina, a obrar más decididamente.
Metas sin estrategias
Definir el cómo es tan importante como determinar el qué. Toda meta debe estar acompañada de una estrategia, de un plan de acción. Si te quieres cambiar de empleo debes saber qué necesitas previamente y hacerte de ello: ¿acumular un poco más de experiencia para estar en mejor posición de negociación?, ¿hacer cursos que te faciliten el ingreso al área profesional que te interesa?, ¿hablar con colegas o amigos que te ayuden a conocer mejor el mercado en que quieres incursionar?, ¿hacer un ahorro con el que puedas cubrir tus necesidades en caso de que el salto laboral no salga tan bien como esperas? Por supuesto, está la vía simple: lanzarse a lo que sea y como sea. Pero no es recomendable. Es mejor “complicarse” armando una estrategia que lamentarse por no haberla hecho.
El que mucho abarca…
Al sentarnos a pensar el futuro nos vemos tentados a dejarnos llevar por la euforia: queremos muchas cosas y, por ende, tenemos muchas metas. Asignarle a cada objetivo un nivel de prioridad es clave. En finanzas, particularmente, es difícil avanzar en varias direcciones al mismo tiempo. Es natural que en un momento deseemos o necesitemos cambiar el carro, sustituir algunos enseres del hogar, adquirir la vivienda propia, etc. Pero generalmente no es posible satisfacer tantos deseos al mismo tiempo.
Tendrás que preguntarte qué es más importante para ti, qué es urgente y qué puede esperar un poco más. Definir esto no será tan fácil, te dará mucho en qué pensar. Al final, será un ejercicio muy fructífero cuya importancia trasciende el aspecto económico, pues nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos.
El sentido de establecer prioridades es que te ayuda a enfocarte en las principales, en lugar de distraerte demasiado con otras cosas que también pueden ser importantes, pero menos urgentes.
Ser demasiado optimista
El optimismo puede ser una virtud, pero a veces es peligroso. Por eso insistimos en que las metas deben ser realistas. Ni optimistas ni pesimistas: son realistas. Subraya esa palabra. No es prudente que planifiques tus finanzas contando con el dinero de un inmueble que se vende desde hace cinco años, por ejemplo, o esperando que un primo segundo te devuelva un monto que le prestaste hace seis años. Claro, estos son casos casi extremos. Hay otros ejemplos mucho más comunes, como cuando se espera un aumento de salario significativo en la empresa. Hasta que no lo veas, no hagas planes con ese dinero. Define las estrategias para lograr tus metas financieras contando con tus ingresos fijos o con los que tienes muy elevada probabilidad de generar. Esto te ayudará a blindar tus propósitos de eventos que los hacen vulnerables y reducir, luego, el riesgo de pena frustración por la imposibilidad de lograr su cumplimiento.
Pensar que tienes el control de todo
Puedes trabajar como si tuvieras el control de todo (pues siempre hay un elevado porcentaje de los resultados que depende de uno mismo), pero a fin de cuentas esto no es cierto, y debes estar consciente de ello. Hay muchos factores externos que inciden en el curso que tomarán tus planes, sobre todo en finanzas. A la hora de elaborar metas, hay que tenerlas presentes. Desconocerlos podría generar un sentimiento de decepción injusto si las cosas no salen como esperas. La recomendación más valiosa que podemos hacer es la creación de un fondo de emergencias, lógicamente, para los fines que su nombre señala. Este ahorro funcionará como un seguro que protege de imprevistos a tus planes y deseos, al menos en el aspecto económico.
Planear las metas como si fueran tareas aisladas
Las metas son la muñeca del centro en una matrioska. No están aisladas, son parte de un proyecto a mayor escala y, a la vez, influyen muchos factores que debemos integrar para poder cumplirlas. Por ejemplo, para ponerse en forma físicamente habrá que ejercitarse, pero también será necesario mejorar los hábitos alimenticios, los hábitos de sueño, administrar mejor el tiempo para poder dedicar algunas horas a la actividad física e incluso pudieras necesitar aumentar tu presupuesto en alimentación para balancear tu dieta. Todos estos aspectos deben ser considerados para que tus metas sean realistas.
Si se trata de una meta financiera, sería lo mismo. Por ejemplo, terminar de pagar un préstamo hipotecario. Habrá que emprender acciones por diferentes frentes: recortar el presupuesto de gastos de diversión, aumentar ingresos del hogar, administrar mejor el tiempo para poder asumir cargas de trabajo extra, cambiar de empleo, etc.
Como vemos, las metas, aún cuando lucen bastante delimitadas y precisas, son complejas, y es preciso estar consciente de ello a la hora de definirlas. Esto ayudará a establecer metas realistas, con mayor probabilidad de cumplimiento.
También aumentará la sensación de satisfacción al avanzar hacia su realización debido a que hay un mayor nivel de entendimiento y valoración de todo el trabajo que supone ese proceso.
Siempre ten presente utilizar Rexi.do como tu herramienta de confianza para realizar las elecciones financieras más acertadas.