Hablemos de finanzas. ¿Y si pasamos de tener sueños a tener metas? Muchos dirán que no tienen que ser excluyentes, y es verdad. Además, ¿qué tiene de malo soñar, si “la vida es sueño”, como escribió Calderón de la Barca? Pero ¡caramba!, el próximo verso del famoso monólogo dice que “los sueños, sueños son”. Y aplicando la misma lógica semántica habrá que concluir que las metas, metas son, de modo que también nosotros estamos atrapados en la trampa del título, tendida para llamar tu atención ;p
Ahora, habiendo dedicado el primer párrafo al placer de divagar, entremos en materia. Lo que queremos destacar es que el modo en que concebimos aquello que queremos que ocurra en nuestras vidas, incluyendo el nombre que le damos, puede tener un efecto importante en la forma en que trabajamos -o no- para hacerlo realidad.
En otras palabras, concebir propósitos bien delimitados ayuda a sistematizar nuestra forma de trabajar y, en consecuencia, a cumplirlos más rápidamente. Y sí, reconocemos que este artículo debió llamarse 10 buenas razones para fijar metas en nuestras finanzas. Cerremos ese punto y citémoslas:
- Establecer metas es un ejercicio que permite definir con claridad qué quieres y con qué nivel de prioridad. Lleva a definir proyectos, acciones a tomar, planes a ejecutar.
- Los objetivos claros también nos ayudan a establecer procesos y plazos, a fijar direcciones y a enfocarnos.
- Son importantes porque nos permiten evaluar nuestros avances objetivamente.
- Les dan más sentido al trabajo que de todos modos hay que hacer, y que no siempre nos agrada. Digamos que las metas nos recuerdan por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo.
- Nos empujan a adquirir disciplina. Esto, a su vez, permite cosechar el fruto del trabajo con menor esfuerzo y sacrificio, debido a que la ausencia de disciplina implica la pérdida de mucho tiempo valioso.
- Las metas, con nombre y apellido, nos estimulan. Pueden funcionar como un combustible, inyectan ánimo, fuerza, bríos.
- Nos permiten la posibilidad de rendirnos cuentas a nosotros mismos. A esta altura del calendario, la pregunta qué hice este año con mi dinero es mucho más habitual de lo que imaginas.
- Nos hacen sentir empoderados o empoderadas de nuestro futuro. La idea de que podemos tener el control de nuestras vidas, en el aspecto financiero o en cualquier otro, produce un sentimiento de satisfacción, de libertad e incluso de alegría.
- Hay satisfacción en obtener recompensas. Cumplir nuestras metas nos dará razones para celebrar. ¡Bienvenidas sean, que nunca están de más!
- Si no las cumplimos, igual el proceso nos deja aprendizajes: ¿Por qué no obtuvimos mejores resultados? ¿Qué debemos hacer mejor? ¿Qué debemos evitar a partir de ahora? Las respuestas nos fortalecerán.
Como vemos, establecer metas claras y hacer un plan de trabajo para lograrlas es, en sí mismo, una práctica provechosa. Ahora bien, debemos tener en cuenta que no basta con fijarse propósitos, pues es aún más importante que estos estén bien diseñados. Formularlos mal puede generar frustraciones. Por ejemplo, objetivos muy elevados o irracionales pueden producirnos sentimiento de fracaso.
Además, las metas son algo que aspiras a conseguir. Pero hay muchos factores externos que pueden intervenir para modificar (acelerando o disminuyendo) el ritmo a que avanzamos. Es necesario considerarlos y saber apreciar la dimensión de su impacto en nuestros proyectos (también para no descansar en ellos como excusas).
Tampoco es recomendable vivir concentrados en nuestras metas de manera obsesiva. Lo ideal es vivirlo como un juego, uno que nos tomamos muy en serio. Después de todo, las metas hacen referencia al mañana que queremos tener, pero hay un presente que ya tenemos y que vale la pena vivir con cierta tranquilidad y calidad en general.