Nada como un buen y tajante rechazo como para uno aprender. Pasa con todo en la vida, incluso en nuestras finanzas personales. Es una lástima, y lo escribo con sinceridad, que no aprovechemos mejor esos momentos cuando nos niegan algo a lo que aspiramos.
Concretamente, el rechazo a una solicitud que se haga de un préstamo o de una tarjeta de crédito, es una coyuntura idónea para una enseñanza práctica y real sobre los fundamentos del crédito, la banca y las finanzas personales.
En otras latitudes, es exigible por ley que una entidad financiera le especifique al solicitante las razones por las cuales su préstamo o plástico fue denegado. Incluso, se va más allá, se le indica al cliente cuáles condiciones tendrían que cambiar para que el rechazo se convierta en un eventual desembolso por parte de la entidad financiera.
Un buen banco, o por lo menos un buen banquero, así no sea por obligación legal, haría su trabajo si acompaña la negativa de su comité o modelo de crédito con algunas pautas básicas para que el cliente puede enmendar, rectificar o mejorar su expediente en el futuro.
Las razones de un préstamo denegado pueden ser muchas e incluso podrían incidir varios factores simultáneamente en un momento específico.
¿Por qué mi solicitud fue denegada?
Es más, las reglas para la evaluación crediticia bien podrían variar de una entidad a otra e incluso dentro de una misma entidad, dependiendo del oficial de crédito que asuma el caso, el apetito de riesgo de la entidad y el contexto macroeconómico más amplio.
Como cliente, un buen primer paso, en el caso de ver su solicitud declinada, es preguntarle a su oficial de cuenta o banquero el porqué de esa decisión. ¿Qué puede mejorarse en el expediente? ¿Qué tendría que cambiarse, explicarse o documentarse mejor?
Pienso que son dos los factores fundamentales que inciden en la aprobación del crédito. En primer lugar, el comportamiento de pago o el historial de crédito del deudor.
Si el cliente nunca ha tenido crédito en el pasado, o el que ha tenido generó un historial “manchado” con moras recurrentes, cobranzas judiciales o castigos, no cabe duda de que será difícil adquirir un nuevo préstamo sin antes cicatrizar adecuadamente esas heridas crediticias.
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Para el cliente interesado en el préstamo, es mandatorio que conozca y revise su historial de crédito, para asegurarse, incluso antes de formalizar su solicitud, que todo está en orden. Los bancos estarán revisando ese documento con detenimiento: Mejor rectificar y corregir antes de que ellos tomen una decisión sobre datos que, potencialmente, estén errados.
La capacidad de pago
La capacidad de pago es el segundo gran renglón que todo deudor en potencia debe conocer. De sus ingresos mensuales, ¿cuánto están destinado al pago de cuotas de préstamos y pagos mínimos de tarjeta de crédito (en el caso de que se estén financiando esos saldos)?
¿A cuánto aumentaría ese nivel de ingreso comprometido al pago de deudas de aprobarse la nueva facilidad que se está procurando?
Cada banco tiene su propia política, pero si la relación pago de deudas sobre ingresos supera entre el 30% o (¡cómo demasiado!) el 40% de los ingresos del solicitante, será muy difícil que un comité de crédito apruebe un nuevo desembolso.
Un elemento clave será tener bien documentado la fuente y naturaleza de los ingresos del solicitante. Una entidad financiera considerando un nuevo préstamo, o uno de monto importante, seguramente solicitará ver esta evidencia como parte de la evaluación.
Tipo de préstamo solicitado
Finalmente, mucho dependerá también del tipo de préstamo solicitado, sobre todo tomando en consideración si se contará o no con alguna garantía real, como un vehículo o algún bien inmueble como una solar o una vivienda.
Los créditos garantizados, está bien demostrado, serán de más fácil aprobación que uno donde solamente se cuente con los ingresos proyectados del deudor. ¿La razón? Los créditos hipotecarios o prendarios son de menor riesgo para el banco pues, si se dejara de pagar, el cliente además de manchar su historial, perderá el activo dado en garantía.
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Evidentemente que hay otras consideraciones, como es el apetito para un tipo de cliente que una entidad pueda tener en algún momento específico (por ejemplo, si se está “en feria”) y la relación comercial que el solicitante tenga con su entidad.
Un cliente con una cartera amplia y diversificada de productos, tanto de ahorro, inversión como de servicios transaccionales (por ejemplo, de tarjetas de crédito) con una misma entidad, tenderá a ser evaluado más favorablemente al momento de solicitar un préstamo.
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Ojalá que nuestros banqueros se comuniquen mejor, en cuanto a ser más abiertos y transparentes, con sus clientes y que aprovechen el momento del “no” para ayudarlos a obtener, a su debido momento, una decisión afirmativa. ¡La oportunidad no debe desperdiciarse!
Además de proteger a la entidad financiera, se educará y protegerá al cliente cuando más lo necesita. Eso de siempre aprobar y dar al cliente todo el crédito que solicite, también está demostrado, ni es una buena idea, ni es sostenible en el tiempo.
Por Alejandro Fernández W. (Argentarium).